¿Cómo se ha llegado a esta situación?
¿Cuál será el porvenir de España?
La Monarquía instaurada por Franco, reforzada por la lealtad del Ejercito fiel a las decisiones del dictador, tuvo por objetivo el establecimiento de una democracia limitada, gobernada y administrada por los grupos de poder tradicionales. Con el fin de ensanchar las bases del nuevo régimen, se pretendía integrar en su seno al socialismo, procurando que no se pusiera en peligro las verdaderas relaciones de poder. En ningún momento se aspiraba iniciar un periodo constituyente, todo lo contrario, para evitarlo nació el proyecto de Reforma Política del 76, que despojaría al “Régimen” del inservible ropaje totalitario, aceptando el sufragio universal y los partidos políticos excepto, eso sí, los republicanos.
En el 77, se convocaron elecciones para constituir el Congreso de los Diputados, no fueron Cortes Constituyentes, las circunstancias obligaron a unas Cortes ordinarias a elaborar una Constitución; la Monarquía se vio obligada a ir más allá y sin guion de Constitución, sin proyecto nacional, con el sólo objetivo de asentar a toda costa la Corona, se fabrico una Constitución que garantizaba los intereses de sus creadores, Monarquía, partidos políticos y nacionalistas. Arbitrándose unos mecanismos de reforma constitucional que en la práctica la hacen imposible –que se lo pregunten al actual gobierno-, consumándose de esta manera el reparto patrimonial del Estado.
De esta manera se inicia la tan renombrada Transición, como un improvisado caminar político, a salto de mata, con escaso interés en fortalecer la sociedad civil y un alocado fenómeno autonómico, conviviendo con una tremenda crisis económica agravada por el terrorismo y la inestabilidad social y política.
El golpe de Estado del 23 de febrero del 81, aviso o pretendida solución al caos en el que por su falta de autenticidad democrática el nuevo régimen político estaba sumiendo a España, probó que los ciudadanos no estaban dispuestos a arriesgarse en defensa del mismo, a diferencia de julio del 36. Resuelto el Golpe de Estado, se priorizó el fortalecer a la Monarquía presentándola como salvadora de la democracia y para ello había que apuntalar el edificio constitucional.
El inteligente y poco valorado Calvo Sotelo, presidente de un gobierno débil, escribió la partitura que se ha bailado desde entonces:
- Se acotaron y restringieron, lo más posible, las responsabilidades en el intento de golpe de Estado.
- Se decidió la entrada de España en la OTAN.
- Se aceleraron las negociaciones para el ingreso en la C.E.E.
Y llego octubre del 1982, iniciándose la segunda parte de la obra iniciada con la muerte de Franco. Los primeros gobiernos socialistas, que sin perjuicio de las buenas intenciones sucumbieron con rapidez a los halagos del poder, fortalecieron la imagen del Rey como garante de la democracia y permitieron el reagrupamiento en su entorno de los grupos de poder, desvaneciendo cualquier idea de transformación y de progreso, el PSOE había sido asimilado. Se renuncio a la política de progreso por la política de imagen.
Fueron años de abundancia, la banca, las empresas de construcción y los grupos de comunicación detentaban el poder mientras amasaban grandes fortunas, al tiempo la sociedad, desvertebrada, asistía incrédula y complacida al espectáculo.
Complacencia que termino en indignación ante la podredumbre de la clase dirigente y llego el turno del PP con propósitos regeneradores de la vida pública que no se cumplieron. Los ciudadanos tras el cesarismo insoportable de José Mª Aznar, presidente del gobierno, optaron por despedir al PP, volviendo el PSOE, Rodriguez Zapatero formó gobierno con el apoyo de ERC e IU. En 2007 ya nadie negaba la crisis constitucional y comenzó a hablarse de una reforma “limitada”.
Pero las ocurrencias de Zapatero “El Bobo”, un presidente ególatra y flautero que junto a decisiones avanzadas en materia de derechos civiles y esfuerzos en políticas sociales cerro la Transición dejando a España en la mayor crisis económica del último siglo, crisis que no supo ver, que para su ridículo y la de sus ministros, negó y cuando ya era tarde abordo con medidas erróneas y populistas. Cerro su mandato anteponiendo los intereses del capital internacional frente a los de su pueblo, para lo que no dudo en modificar la Constitución, dejando a España en el umbral de un periodo constituyente, aplazado por más de diez años.
Periodo constituyente, que necesariamente ha de abrirse, en el que los republicanos debemos expresar nuestras opiniones, haciendo hincapié en aquello que ha sido el hilo conductor de nuestra tradición, los principios revolucionarios de libertad, igualdad y fraternidad.
S&R
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