Buen ejemplo de ello es que en cuarenta años no se ha dado el caso de que un presidente o un ministro haya dimitido por una iniciativa parlamentaria, los medios y los escándalos, han tenido más suerte.
El poder omnímodo de las direcciones de los partidos y la existencia de las candidaturas en listas cerradas y bloqueadas, ha conseguido que el número de casos de diputados o senadores que hayan contravenido la disciplina de partido no llegue ni a la insignificancia.
Que sólo se pueda censurar al gobierno si se presenta un candidato a la jefatura del mismo (moción de censura constructiva) supone acorazar al poder ejecutivo en perjuicio de la labor del Parlamento. La defensa de la estabilidad de uno de los poderes del Estado, el Gobierno, no puede ir en detrimento de otro, el Parlamento.
El mantenimiento de gobiernos sin el apoyo de la mayoría parlamentaria en base a que esta no puede proponer un candidato a la jefatura del gobierno, y que la jefatura del Estado carece de iniciativa en esta materia, en consonancia a su carácter no democrático, hacen del jefe de gobierno el epicentro del sistema, convirtiendo al resto de las instituciones del Estado en satélites a su alrededor.
Siendo la influencia del Congreso muy limitada en la política nacional, la del Senado es totalmente irrelevante, sus escaños son un premio para políticos amortizados. Es tan ineficaz e irrelevante que todos plantean su reforma, aunque quizá lo más acertado sería su desaparición.
La creación de una sola cámara, el Congreso, dotada de autenticas capacidades de fiscalización; la iniciativa parlamentaria; la independencia del diputado; la cesura de la mayoría, sin la obligación de aportar candidato ; los cauces democráticos para que el jefe del Estado nombre al jefe del gobierno. Si se desea fortalecer los usos democráticos y parlamentarios en España, son propuestas sobre los que la República debería reflexionar.
S&R
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