España y el futuro: La Crisis del modelo territorial.
La
Transición, ahora santificada como mito fundacional del régimen vigente, se
basaba, en frágiles equilibrios, uno de ellos el territorial.
No hubo,
prácticamente, debate sobre la configuración territorial del Estado, se hizo caso
omiso del modelo implantado en la Constitución de 1931 y se construyó sin evaluar consecuencias futuras un Estado de
las Autonomías, que si bien funciono, mal que bien, durante los años en los que
hubo buena situación económica y abundante financiación europea. Ahora resulta,
insostenible, no sólo económicamente, sino porque amenaza con la desintegración
del Estado.
La secesión
se contempla en comunidades como la
catalana o la vasca como posible y probable y ante la ausencia de un proyecto
integrador atractivo por parte del Estado consideran que sólo es cuestión de
tiempo. Han estado amagando con ello durante muchos años, de manera que ahora, aunque quisieran y
pudieran, no saben dar marcha atrás sin perder apoyos fundamentales.
En este horizonte, no es exagerado manifestar
que en España la secesión de comunidades desarrolladas como la catalana o la
vasca o ambas, ocasionaría un desastre económico, político y social. El Estado ha
ido paulatinamente debilitándose, cediendo competencias básicas: sanidad,
educación, justicia, …,… . Ha perdido competencias sobre instrumentos vitales de
cohesión entre los distintos territorios y de desarrollo de la solidaridad
social; es decir prestaciones iguales a ciudadanos iguales en derechos y
deberes.
El conflicto
sobre la deriva secesionista se suele establecer, equivocadamente, en términos
de oposición o choque de nacionalismos, se rechaza el nacionalismo catalán o
vasco, con el argumento de que sólo hay una Nación española; recientemente
hemos visto como a la Cataluña independentista qe no quería formar parte de la
charanga y pandereta, se le ha opuesto el la legión, el tricornio y el
pasodoble. Cuando
los
ciudadanos, en sociedades desarrolladas, basan su fidelidad o afección a un
Estado en la cobertura que ese Estado pueda dar a la sociedad, en términos de:
libertad, seguridad, bienestar, desarrollo democrático, buen gobierno, expectativas
de progreso, etc., no en mitos, banderas, himnos o glorias pasadas.
La realidad
institucional española no ofrece demasiados atractivos a muchos ciudadanos
catalanes o vascos, de manera que la desafección crece, mientras que el
proyecto secesionista, que no ha sido combatido eficazmente, se presenta cada
vez más pujante y atractivo para los que, no siendo fervorosos nacionalistas, tampoco
sienten la llamada de España .
¿Qué
atractivo ofrece el Estado español al ciudadano que no “sienten”,
emocionalmente, la pertenencia a España?
Resulta
claro que el modelo territorial existente, basado en “nacionalidades” ha
llegado a su límite: ni es funcional, ni satisface a los nacionalistas; no
provee de mecanismos compensatorios que promuevan suficientemente la
solidaridad regional; es insostenible económicamente¸ fomenta la corrupción, el
caciquismo, el clientelismo, etc.
Hay por
consiguiente que cambiarlo mientras se esté a tiempo y ha de hacerse desde un planteamiento en el que la
identificación de comunidad política con Estado se fundamente en un contrato de
adhesión y no en sentimientos nacionales.
Este nuevo
concepto, sólo puede dar lugar a una República integradora, más allá de los
nacionalismos excluyentes e insolidarios.
S&R
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