miércoles, abril 29, 2020

España y el futuro: La Crisis del modelo territorial.



La Transición, ahora santificada como mito fundacional del régimen vigente, se basaba, en frágiles equilibrios, uno de ellos el territorial.

No hubo, prácticamente, debate sobre la configuración territorial del Estado, se hizo caso omiso del modelo implantado en la Constitución de 1931 y se construyó  sin evaluar consecuencias futuras un Estado de las Autonomías, que si bien funciono, mal que bien, durante los años en los que hubo buena situación económica y abundante financiación europea. Ahora resulta, insostenible, no sólo económicamente, sino porque amenaza con la desintegración del Estado.

La secesión se contempla en  comunidades como la catalana o la vasca como posible y probable y ante la ausencia de un proyecto integrador atractivo por parte del Estado consideran que sólo es cuestión de tiempo. Han estado amagando con ello durante muchos años,  de manera que ahora, aunque quisieran y pudieran, no saben dar marcha atrás sin perder apoyos fundamentales.

 En este horizonte, no es exagerado manifestar que en España la secesión de comunidades desarrolladas como la catalana o la vasca o ambas, ocasionaría un desastre económico, político y social. El Estado ha ido paulatinamente debilitándose, cediendo competencias básicas: sanidad, educación, justicia, …,… . Ha perdido competencias sobre instrumentos vitales de cohesión entre los distintos territorios y de desarrollo de la solidaridad social; es decir prestaciones iguales a ciudadanos iguales en derechos y deberes.

El conflicto sobre la deriva secesionista se suele establecer, equivocadamente, en términos de oposición o choque de nacionalismos, se rechaza el nacionalismo catalán o vasco, con el argumento de que sólo hay una Nación española; recientemente hemos visto como a la Cataluña independentista qe no quería formar parte de la charanga y pandereta, se le ha opuesto el la legión, el tricornio y el pasodoble. Cuando los ciudadanos, en sociedades desarrolladas, basan su fidelidad o afección a un Estado en la cobertura que ese Estado pueda dar a la sociedad, en términos de: libertad, seguridad, bienestar, desarrollo democrático, buen gobierno, expectativas de progreso, etc., no en mitos, banderas, himnos o glorias pasadas.

La realidad institucional española no ofrece demasiados atractivos a muchos ciudadanos catalanes o vascos, de manera que la desafección crece, mientras que el proyecto secesionista, que no ha sido combatido eficazmente, se presenta cada vez más pujante y atractivo para los que, no siendo fervorosos nacionalistas, tampoco sienten la llamada de España .

¿Qué atractivo ofrece el Estado español al ciudadano que no “sienten”, emocionalmente, la pertenencia a España?

Resulta claro que el modelo territorial existente, basado en “nacionalidades” ha llegado a su límite: ni es funcional, ni satisface a los nacionalistas; no provee de mecanismos compensatorios que promuevan suficientemente la solidaridad regional; es insostenible económicamente¸ fomenta la corrupción, el caciquismo, el clientelismo, etc.

Hay por consiguiente que cambiarlo mientras se esté a tiempo y ha de  hacerse desde un planteamiento en el que la identificación de comunidad política con Estado se fundamente en un contrato de adhesión y no en sentimientos nacionales.

Este nuevo concepto, sólo puede dar lugar a una República integradora, más allá de los nacionalismos excluyentes e insolidarios.

S&R


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