El carbón
se ha ido convirtiendo, a medida que con el paso del tiempo su utilidad y
empleo ha ido retrocediendo en las actividades industriales, en un
compañero de viaje costoso. La última de sus funciones, su empleo en la
producción de electricidad, se ha vuelto nociva y sumamente antipática.
La minería
del carbón, la más propia y
genuina de las que integran el sector minero- industrial, está escribiendo sus
últimas páginas en la historia social y económica de Asturias y del mundo rico y
desarrollado en general, sin que se tenga en cuenta por sus verdugos, que el
carbón tiene una larga historia de servicios a la civilización; la economía
experimentó un crecimiento imposible sin la aplicación del carbón como
fuente energética básica.
La minería del carbón ha desempeñado un
papel fundamental en la historia, sin su desarrollo no se comprenderían los
fenómenos sociales que permiten a la humanidad pasar del mundo agrario al industrial, con la consiguiente
aceleración de la producción, el transporte y la demografía.
Atrás quedaron
los tiempos del “Buen tono y el vapor”
y su revolución industrial, sus locomotoras y trasatlánticos de cuatro
chimeneas con los sombreros de “chimenea” y puros habanos de los capitanes de
la industria, su Gran Guerra primero y la Mundial después; el primer gran paso
a la UE, la CECA, al igual que quedan atrás las revoluciones proletarias, las
huelgas por los derechos sobre el trabajo de niños y mujeres, denostadas años más
tarde por discriminatorias, el triunfo de la social democracia y la sociedad
del bienestar. En junio de 2020 con el
pase a la inactividad completa de 7 de las 15 explotaciones carboníferas
existentes, todo esto queda atrás, celebrado por “los modernos” como un mal recuerdo.
Se deja de producir carbón porque las normativas
exigidas por el entramado medioambiental dificultan la rentabilidad de la
actividad. Pero la gente no respirara un poco mejor; las actividades extractivas
del carbón y las eléctricas ligadas a la utilización del carbón son fuentes de
energía que producen una parte de la toxicidad que se emite a la
atmósfera, pero de nada sirven si las medidas no se aplican a nivel mundial.
En la
actualidad en España, el empleo del carbón para producir energía ha retrocedido
hasta 5%,y bajará hasta el 2% de la electricidad total que necesita el país,
nivel claramente prescindible. La energía eólica ya presenta el 21% de la
electricidad total producida en España, diez veces más de que aportará el
carbón después de junio y tardará poco tiempo en alcanzar los niveles
de la energía nuclear y de las centrales de ciclo combinado (gas y
petróleo), pero paradójicamente se sigue comprando en el mercado internacional energía
eléctrica producida por carbón.
La
revolución energética a la que nos conducen, presenta la desaparición del
carbón como un importante hito histórico, pero la desaparición del carbón,
parecen no haberlo pesado, creará problemas sociales en un pequeño grupo de territorios
en donde el empleo minero tiene un peso importante que no perciben quienes
planifican y diseñan el nuevo modelo energético.
De niño,
con un bote de callos y unas latas de sardinas hacia una “carrucha” y jugaba a que tenía una mina. Mis nietos no conocerán el
calor humano de una cocina de carbón.