Es claro que la Republica, que ha de venir, ha de abordar
la educación desde el único camino posible para construir una sociedad de
hombres libres, garantizando el acceso gratuito de todos, con escuelas
suficientemente dotadas y respetando el derecho de otras instituciones a sus
propios centros, pero garantizando mediante el Servicio de Inspección que no se
menoscaben los valores republicanos del conocimiento y la tolerancia.
Nuestro Estado, no ha encontrado su lugar en la
educación, salvo durante la fugaz Segunda República en que se construyeron
miles de escuelas primarias, se aumento la plantilla de maestros un 30 por 100,
se crearon nuevos institutos, se cambiaron los planes educativos y la Universidad
gozo de total autonomía y libertad. De La educación, pilar del republicanismo
español, se pretendía que llegara el progreso social y el de la nación.
Tributaria de estos principios es la Constitución del
78, pero dejo las competencias de educación en el limbo, ni están entre las del
Estado ni en el las de las Comunidades Autónomas. El Estado de la Transición,
durante años, a intentado implantar diversos planes educativos en los distintos
niveles de enseñanza, con resultados decepcionantes.
Vergonzosamente España figura como uno de los países
con menor calidad educativa de la U.E. Estas malas políticas, van directamente
en perjuicio de las clases más débiles atacando los principios de igualdad y
solidaridad.
En la Republica, que necesariamente llegara, las
competencias educativas deberán de corresponder inequívocamente al Estado,
abandonando la subsidiaridad actual de las Comunidades Autónomas y las
instituciones religiosas. El Estado ha de asumir sus compromisos, con planes de
estudios, claros y precisos que se aplicaran homogéneamente a todo el país.
S&R
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