(Carta de Clara Campoamor en 1959 a Martín Telo)
Existe un colegio en Langreo que lleva su nombre “Clara Campoamor”, dudo que muchos concejales supieran quien era cuando a finales de los ochenta se adopto el acuerdo municipal, quizás por ello nadie intentó apropiárselo. Pero llego el “aniversario”, el 75 para los republicanos y el 70 para los que tuvieron que toparse en medio de una guerra civil para pintar algo políticamente, y la Consejera de Vivienda y Bienestar Social, trapisonda y pesebrera, acude a explicar a los alumnos la vida y la obra de Clara Campoamor, sin rubor, Doña Laura, la sin principios, que facilitó un gobierno de derechas existiendo mayoría de izquierdas y hoy forma parte de un gobierno de “izquierdas” que incumple todos los principios que reclama en la pancarta, pero no en el parlamento, se apropia del nombre y se reviste de las virtudes de las que hace heredero a su partido, de la mujer que supo mantenerse fiel en todo momento a sus principios.
Por principios, se quedó en el exilio para siempre, murió el 30 de abril de 1972 en Lausana (Suiza). En el 36 huyó del Madrid miliciano y su terror, sus checas y sus fusilamientos, temiendo que la pasearan los “suyos”. En el 47, 51 y 55 intentó regresar a España, pero la acusación de francmasonería se lo impidió, tenía que ser depurada por haber pertenecido a la Logia Reivindicación y a diferencia de otros, ella se negó a escoger entre doce años de cárcel o proporcionar el nombre de antiguos “hermanos”.
Por principios, en el 34 abandonó el Partido Radical por su subordinación a la CEDA y los excesos en la represión del golpe revolucionario de Asturias, siendo Directora General de Beneficencia, marchando a Oviedo con el fin de socorrer a los niños de los mineros muertos o encarcelados. Pero cuando, en 1935, pidió, con la mediación de Casares Quiroga, también masón, ingresar en Izquierda Republicana, la sometieron a la humillación de abrirle un expediente y votar en público su admisión, que fue denegada, se la acusa de ser culpable de la victoria de la derecha en el 33 por su empeño en dar el voto a la mujer. No entró en las listas del Frente Popular, que ganó por una mayoría más amplia que la derecha en 1933 y, evidentemente, con el voto femenino. Nadie le pidió disculpas.
Por Principios se enfrenta a su partido, Clara Campoamor formaba parte de la Comisión Constitucional y peleó eficazmente por establecer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad legal de los hijos habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio universal “El voto femenino”, todo lo consiguió menos el voto, que tuvo que debatirse en el Parlamento. La izquierda, con excepciones tenían miedo al sufragio femenino, no quería que las mujeres votasen porque se suponía que estaban controladas por sus confesores e iban a favorecer a las derechas, el partido Radical Socialista puso frente a Clara a la diputada, Victoria Kent, para negar el voto de la mujer, aplazándolo, Margarita Nelken también se muestra contraria, pero Clara Campoamor se mantiene fiel a sus principios y defiende el derecho de las mujeres a ser consideradas ciudadanas por encima del sentido de su voto. El debate fue extraordinario y Clara Campoamor arrolló, consiguiendo sacarlo adelante con el apoyo de la minoría derechista, la mayoría del PSOE y algunos republicanos. Cuando la derecha abandonó el Parlamento por la Ley de Congregaciones se hizo el último intento para impedir el voto femenino, el 1 de diciembre se presenta una enmienda para que la mujer pueda votar en las elecciones municipales, pero Clara Campoamor se impuso en el debate y por sólo cuatro votos lo ganó, apoyándose en el PSOE y en algunos republicanos de derecha, derrotó a los socialistas de Prieto y a los republicanos de su propio partido, el Radical, el Radical Socialista y el de Azaña.
Por principios cuando en 1927 la Academia de Jurisprudencia le brindó la Gran Cruz de Alfonso XII, por su Premio Extraordinario, que varios republicanos lucieron y arrumbaron después del 31, rechazó la distinción, como gesto republicano. Cuando el dictador en el 26 dio al Ateneo una Junta de real orden y en ella incluyó su nombre, rechazó el nombramiento, con la consecuencia indirecta de tener que pedir la excedencia de su cargo de funcionaria del Ministerio de Instrucción Pública. Y cuando el Sr. ministro de Trabajo de la Dictadura, quiso injertar en sus Comités paritarios la modernidad de savia femenina, ofreciendo a tres abogadas en Madrid, Victoria Kent, Matilde Huici y Clara Campoamor, tres flamantes nombramientos de asesores en otros tantos organismos, Clara junto con Matilde Huici, rehusaron el fructífero honor, que otros aceptaron.
Clara Campoamor fue una mujer que se hizo a sí misma, que luchó siempre contra todos y contra todas para conseguir una España en donde la cuna fuera un origen, no un destino, y donde la Ley no fuera un castigo sino un amparo.
Sus ideas sobre la igualdad de la mujer la acercan al PSOE, pero ni ella era socialista ni aceptaba la colaboración del PSOE con la Dictadura. Creó la Asociación Liberal Socialista, que dejó cuando no pudo conseguir su definición republicana, la corta vida de este grupo, la llevó a enrolarse en las filas de Acción Republicana, pero, cuando se transformó en partido, salió de él para afiliarse al Partido Radical, por ser “republicano, liberal, laico y democrático” su propio ideario político, en cuya representación formó parte de la candidatura republicano-socialista, para las Cortes Constituyentes, saliendo elegida diputada por Madrid.
A pesar de toda esta actividad desarrollada dentro y fuera de la Cámara, no logra renovar su acta de diputada en las elecciones de 1933, además de sufrir las críticas de la prensa de izquierdas, a los que contestó con una carta publicada en El Heraldo de Madrid, en la que analizando los resultados electorales de varias ciudades, llega a la conclusión de que la causa de la victoria electoral conservadora se debe a la escisión que se produce dentro del bloque republicano y en la falta de eficacia del gobierno en algunos aspectos, como la Ley Agraria, el caso de Casas Viejas, etc.
A ningún representante del pueblo debe tanto la democracia en España como a Clara Campoamor, el sufragio universal, que no fue tal hasta que las mujeres tuvieron los mismos derechos electorales que los hombres. Fue la Constitución, aprobada por las Cortes republicanas, la que reconoció la plena igualdad jurídica y política de hombres y mujeres: "Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes"
“Lo que no espero ocurra es que se eleve una voz, una sola, de ese campo de la izquierda, de quien hube de sufrirlo todo, por ser el único que ideológicamente me interesa, y al que aún aislada sirvo; una sola persona que, por estímulos de ética, de mínima reparación, clame y confiese la verdad y proclame al menos que no fui la equivocada yo, sobre quien se han acumulado las pasiones y la injusticia".
(Clara Campoamor, El voto femenino y yo)
Sirvan estas letras para proclamar, modestamente, que Clara Campoamor no fue la equivocada, no importa que los unos la condenen por ser republicana, pertenecer a la masonería, asentar el divorcio o pretender fiscalizar las fundaciones privadas y que los otros le reprochen haber traido el voto de la mujer o condenar las salvajadas en la zona republicana durante la guerra civil.
En Langreo, durante el 75 aniversario de la proclamación de la Republica
1 comentario:
Querido Juliano;
Un fuerte abrazo agradecido por descubrirme a Clara Campoamor un poquito más.
Ricardo.
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