El hundimiento de Izquierda Unida –al que son totalmente ajenos sus circunstancias, contradicciones y disparates-, fruto de las injusticias del sistema electoral, sesgado a favor de los dos grandes partidos y las pequeñas formaciones nacionalistas, “verdad” establecida por analistas y tertulianos empeñados en deslegitimar al sistema con argumentos que no son ciertos, pone de actualidad la necesidad de reforma de la Ley Electoral.
Como ya señalábamos -Apuntes para unas elecciones: “El sistema electoral”- del viernes, 11 de enero, la necesidad de modificar el sistema electoral, hoy, nos consideramos autorizados para trazar este nuevo apunte.
¡El sistema electoral nos discrimina! grita Gaspar Llamazares poco antes de anunciar su retirada. Es ahora, tras el jarro de agua fría, que habla de "injusticia" y del "tsunami del bipartidismo".Uno de los argumentos esgrimidos en contra de la victoria del Frente Popular, por la derecha, en un intento de deslegitimarla, fue la desproporción entre los votos populares conseguidos por cada partido y el número correspondiente de diputados, olvidándose que había ganado las elecciones de 1933, sin una mayoría nacional; el sistema era el mismo y no había protestado entonces, ni hecho esfuerzo alguno para cambiar el sistema durante los dos años que estuvo en el poder; igual que ahora le ocurre a Izquierda Unida, el partido que más reclama una reforma de la Ley Electoral.
¿Pero es realmente así? Se está convencido de lo que se defiende, o es un mero empeño en deslegitimar el sistema con argumentos que no son ciertos.
Un sistema electoral es un mero invento que convierte los votos en escaños mediante un cálculo matemático, no existe la fórmula perfecta capaz de materializar la etérea soberanía popular. Dos son los elementos básicos que conforman un sistema electoral:
• La fórmula electoral, que es procedimiento matemático elegido para la conversión de votos en escaños.
• La circunscripción, con el número de escaños asignado a cada una de ellas.
Con estos dos ingredientes, la fórmula y la circunscripción, se transforman los votos en escaños y dependiendo del sistema elegido los resultados pueden ser muy diferentes, el sistema electoral condiciona la mayor o menor representación de un partido en un parlamento. Y en nuestro caso los padres de la constitución –el PCE hoy IU entre ellos- siguieron la larga tradición inaugurada por la primera restauración borbónica de considerar que los díscolos españoles necesitábamos polarizar nuestras aspiraciones políticas en dos grandes partidos o formaciones, escogiendo conscientemente un sistema cuya formula, es el Método D'Hont y la circunscripción provincial, lo que hace que algunos partidos que tienen más votos, obtengan menos escaños de los que les corresponderían si todos los votos tuvieran el mismo peso. Es pues un sistema electoral que conscientemente premia a los partidos mayoritarios -PP y PSOE- y castiga a los minoritarios de implantación estatal -IU y UPyD- y ni premia ni castiga a los partidos nacionalistas o periféricos que obtienen una proporción de escaños parecida a la proporción de los votos.
Por ello, puede pensarse que pretender la reforma del sistema, por parte al alguno, es sólo un farol, creando el mito de que el trozo de poder en manos de los nacionalistas es ilegítimo y abogando convertir España en una única circunscripción para el Congreso, como ocurre en las elecciones europeas.
Si analizaran el número de votos que necesita un partido para lograr un escaño, muchos, se llevarían una gran sorpresa, en las cuatro últimas elecciones los partidos identificados con un territorio -periféricos- han obtenido siempre más porcentaje de votos en el conjunto de España que porcentaje de escaños, es más, de los 325 escaños obtenidos por el conjunto de las fuerzas con representatividad nacional -PSOE, PP, IU y el UPyD- han costado 69.234 votos cada uno, mientras que los 25 de las formaciones periféricas han requerido 72.376 por escaño. El sistema electoral, pues, no da a los nacionalistas más escaños de los que merecen por sus votos, los da a los mayoritarios.
“Otro gallo cantaría si todos los votos, independientemente de la provincia en que se vote, contaran igual contabilizando los votos totales”, esta alternativa, que no es otra que la de circunscripción única, muy difícil de justificar políticamente por los que se denominan federalistas o autonomistas, no es suficiente, ya que aplicando D'Hont en el cómputo total de votos obtenidos en todo el país, los resultados no variarían demasiado, puesto que sólo se tienen en cuenta aquellos partidos que superan el 3% de los sufragios, con lo que los minoritarios quedarían eternamente fuera del sistema.
Conocido todo esto, un escenario diferente al dominado por un bipartidismo, tendría que ir más allá de la creación de una circunscripción única y habría que cambiar la fórmula electoral, hoy proporcional, a un sistema mayoritario simple, tipo anglosajón y habría que desarrollar todo lo referente al senado para proteger los derechos de los pueblos y los territorios. Pero para hace eso habría que cambiar la Constitución de 1978.
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