domingo, enero 24, 2010

El Discurso Republicano. La Virtud Cívica II




La doctrina del consenso ha hecho que la participación ciudadana se fuera desvaneciendo y reduciendo, lo único que se le exige al ciudadano virtuoso es:

* Competir
* Consumir
* Contribuir

Y es en la desolación de este páramo, donde surge la ideología de la indiferencia; de un tiempo a esta parte, todos los discursos sociales van destinados a inculcarnos el nuevo catecismo del civismo, que no es otra cosa que lo que llamábamos urbanidad. Se nos dice que el civismo es respeto a los demás y respeto a las cosas que tenemos en común y que debemos conservar y proteger entre todos lo público. Se trata de convertir las obligaciones elementales, calles limpias, no hacer ruido, etc., en ideal social. Pero, ¿Acaso es cívico dejar a los trabajadores de una empresa sin trabajo?, no lo parece, pero el civismo queda en suspenso en este caso ya que el único límite a las conductas es la ley y quien no viola la ley no está obligado a dar ninguna explicación.

Vivimos tiempos de sucedáneos, como escribe Josep Ramoneda “el civismo es un vino de poca graduación”; frente al civismo pasivo que proclama la sociedad de la indiferencia, cabe uno activo, de participación, de compromiso, de acción, pero este civismo ya está comprendido en la virtud republicana que señala el ideal de comportamiento democrático y compromete enormemente.

El manantial principal del republicanismo pivota sobre que se extienda, que florezca la virtud cívica, la enseñanza de la virtud republicana ha de convertirse en el primer afán republicano, y para ello no nos queda más remedio que confiar en las posibilidades didácticas de la democracia.

S&R

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